Una tartera llena de fruta ensangrentada encontrada entre las zarzas, ¿el altar de un ritual vudú? El cadáver de un recién nacido enterrado en un pinar, ¿la víctima de un macabro asesinato? Un próspero prostíbulo a las afueras de la ciudad, ¿el centro neurálgico de una secta asesina? A todas estas incógnitas se enfrentarán dos investigadores de la Ertzaintza, tan distintos entre sí como el agua y el aceite en el mundo de los líquidos. Harán falta sus dos irreconciliables formas de trabajar para resolver este caso. Hay gente que cree que, al vivir en la Europa civilizada, estamos a salvo de rituales satánicos, vudús y santerías. También la hay que piensa que la Policía, además de corrupta, en casos puntuales, es siempre heteronormativa o políticamente correcta. La hay incluso que está convencida de que el punk ha muerto. Dejémosles que crean. La realidad es tozuda.